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Identidad

Nuestra Historia


   La acción de la Providencia se manifiesta en todos los acontecimientos de las sociedades humanas. Muchas veces, hechos que nos parecen sin mayor trascendencia son fecundos y traen beneficios incalculables.


   Así, a fines de 1943 y a principios de 1944, un selecto grupo de Religiosas Mínimas, cumpliendo su misión de educadoras, de formadoras de la juventud, iniciaron la organización de un "Instituto Docente" con los mejores sistemas educativos y didácticos.


   Estas religiosas, después de un largo exilio en el extranjero, volvían a su patria, con grande amor para ella y con una voluntad firme para difundir la ciencia y el afán por la verdad.


   En su exilio, aquel grupo de jóvenes religiosas supieron transformar el infortunio del destierro en un beneficio fecundo; porque se prepararon esmeradamente, se cultivaron y perfilaron su formación, integral en las más prestigiadas y relevantes universidades extranjeras, entre otras, la Universidad Católica de Washington, la de Puerto Rico y la de Santo Domingo. Así, adquirieron una amplia cultura y un espíritu abierto para fundamentar sus enseñanzas.


¡Dios sabe hacer de los males, bienes!


   León iba a cosechar sus propios frutos: la semilla espiritual que sembró en esta ciudad el entonces insigne Canónigo Pablo de Anda, echó sus raíces profundas, y el árbol que nació de ella creció lozano, floreció y adquirió vigor al impulso del vendaval de aquella cruenta persecución religiosa, de amargo y doloroso recuerdo. Este árbol, como el del Evangelio, ha extendido sus ramas saludables y esparce cada vez con más vigor y fecundidad sus semillas al soplo de un viento providencial en bien de los jóvenes, en beneficio del ser humano.


   Es así, el nacimiento del Instituto "América" en la ciudad de León, la buena semilla del sembrador que ha brotado y germinado en la misma casa solariega, simiente despendida de aquel árbol plantado por la mano benemérita del egregio Siervo de Dios, Pablo de Anda, la Congregación de las Hijas Mínimas de María Inmaculada.


   Setenta y nueve años de vida activa, tenaz, fiel, con notables y plausibles progresos que se justifican en la meritoria acción y los nobles esfuerzos de sus iniciadoras, de su fundadora ilustre Madre María de Santa Imelda en unión de sus también muy queridas e inolvidables colaboradoras: Madre Rosa María, Madre María Dilecta y Madre Noemí.

   Este querido y entrañable Instituto que ha sido la respuesta feliz a la solicitación que hiciera el Excmo. Sr. Obispo de la diócesis Dr. D. Emeterio Valverde y Téllez, por la apremiante necesidad de fundar una Escuela Normal incorporada al sistema educativo oficial, pues la situación crítica por la que había pasado nuestro país, exigía urgentemente maestros normalistas sólidamente formados, cuyos títulos fueran legalmente reconocidos a fin de reemprender una acción educadora que se había visto mutilada desde su raíz.


   Así, en el nombre de Dios y bajo la protección de María Inmaculada, en 1943 se da principio a esta encomienda.


   Si lo que se pretendía con grave responsabilidad era formación de maestros normalistas, el Instituto debía ofrecer la estructura sólida y completa desde su base. Se ofreció para esto, una formación desde el preescolar, primaria, secundaria y bachillerato para concluir el edificio académico con la normal diversificada a su vez, en normal preescolar, normal primaria y normal superior que apareció en su oportunidad.              

                                                 
   Otras necesidades de la juventud estudiosa también fueron atendidas: contador privado, bachillerato en ciencias, bachillerato en humanidades y secretariado bilingüe.

   ¡Nuestra primera casa escolar fue en Madero 213!, su inmediata extensión enfrente, en Madero 202, la siguiente casa en Emiliano Zapata, más la de Díaz Mirón para luego nuestro imborrable paso a la Secundaria impregnado de olor de azahares, naranjo y mandarina, en Independencia 119, para pronto trasladarnos al edificio propio y definitivo, cuyo terreno, en parte, fue una donación generosa de Don Francisco Lozornio, estaba allá, en la Calzada Tepeyac, entonces sin número, en un sabroso aislamiento del barullo de la ciudad. . .

   Teníamos acceso al lugar por una tranquila calzada, iluminada con luces de jacaranda y con un empedrado limpio, de lajas azules y rosadas. Desembocada en aquel apacible predio rodeado de frutales, hortalizas y flores y de espesos mantos de césped…Sólo llegaban hasta allí "El Chato", "El Pichirilo" y el "Nuevo", nuestro siempre flamante, puntual y amable transporte escolar. ¡Lo que es ahora es el edificio número 609 de una de las avenidas más transitadas de nuestra ciudad!

   ¡Con el nuevo el nuevo milenio, un nuevo campus! en el Camino a Jesús María donde ya trabajan las Secciones de la Preparatoria y las Licenciaturas.

   Y siempre, en todo lugar, nuestras instalaciones pulcras, impecables, propias, adecuadas y eficientes para el momento: la biblioteca, los laboratorios, la sala de música, el salón de conferencias, los patios de juego, nuestra capilla… la tienda escolar. . . Después el Auditorio, la Sala Panamericana.

   Y que decir del sin fin de actividades: nuestra orquesta escolar desde el principio del Instituto, sus solistas; el coro polifónico, las clases de piano, el dibujo, la pintura, la declamación, el coro de danza clásica, el grupo del folklórica, el corte y confección, el bordado artístico, la cocina, los envasados. . .

   Nuestra primera revista "América" seria, completa, interesante y amena, una revista de altura; la catequesis, las misiones, la acción social, la Congregación Mariana, los retiros, los ejercicios espirituales de encierro; las excursiones, los paseos; el festival de Inglés en el mes de octubre; las horas santas de los viernes y nuestro primer capellán, padre José María Ferreyra, inolvidable por su unción, solemnidad y pulcritud así como su disponibilidad ministerial; el rico desayuno preparado por nosotras, las alumnas, después de la misa de los viernes primeros; los deportes ¡entusiastas a morir! en el Soft-ball, en el Volley, el Basket. . .

   Nuestros Conciertos Sinfónicos en el auditorio de la Escuela Preparatoria de León que era ocupado totalmente por las alumnas y dedicados todos los sábados de la temporada exclusivamente al Instituto América, brindados con gentileza por el Director Titular Lic. José Rodríguez Frausto, los directores huéspedes y los distintos solistas nacionales y extranjeros, quienes con especial solicitud afinaban nuestra sensibilidad estética y artística.

   ¡Qué riqueza es la vida de la escuela! ¡La vida del Instituto América!: oportunidades sin límite, que, de aprovecharse, en verdad educan, forman, dejan huellas imperecederas de bondad, de verdad, de belleza. . . !

   En los años setenta, animado con las orientaciones del Concilio Vaticano II, el Instituto América se compromete aún más a  buscar  por todos los medios  a su alcance los caminos para ofrecer oportunidades reales  de progreso auténtico, para la formación de hombres y mujeres de bien,  por lo que se dio a la tarea de propiciar el estudio, la actualización permanente de todo el profesorado.  

   En esa búsqueda se encontró con la propuesta educativa de un hombre sabio y santo, el Dr. Pierre Faure, quién iluminó el campo de la educación en el mundo  al  concebir el Proyecto  Pedagógico de Educación Personalizada y Comunitaria perfectamente sustentado, centrado en la persona, vista desde un ángulo realmente esperanzador: “El ser humano es infinitamente capaz, puesto que está hecho a  imagen y  semejanza de Dios”.

 


Rvda. Madre María de Santa Imelda y Dr. Pierre Faure S.J.

   Estas palabras, esta visión de la educación, abren las puertas a todas  las personas, les hace saberse amadas, respetadas y valoradas en su dimensión plenamente humana.

   El Instituto América se convierte así en la sede en Latinoamérica de la A.I.R.A.P (Asociación Internacional para la Animación e Investigación Pedagógica) de París, Francia creada por el Dr. Pierre Faure. La Maestra Concepción Flores Montúfar es Presidenta de la A.I.R.A.P en Latinoamérica, quien ha asumido como compromiso de vida la formación de maestros y maestras impregnados del espíritu personalista y comunitario.

 

Mtra. Concepción Flores Montúfar y Dr. Pierre Faure

   La fidelidad a la búsqueda de lo mejor, de la verdad, de lo justo, del amor encarnado en cada momento del quehacer educador, ha propiciado la difusión del Proyecto Pedagógico y a fuerza de su incontenible dimensión comunitaria irrenunciable, no se ha cerrado en los muros del Instituto. Desde hace más de 45 años se ha difundido a otros centros escolares, ha impulsado el surgimiento y la creación de nuevas escuelas en el país y en el extranjero, ha llevado el mensaje reorientador y renovador hasta los confines más lejanos del continente; por eso somos Instituto América, no lo decimos con arrogancia sino como compromiso, como responsabilidad, como existencia compartida en el Señor.

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